Todos los días Candelario Tun Caamal chambea bien duro, tocando su trompeta en la calle 65 entre 60 y 62. Seguro has tenido la oportunidad de escuchar sus melodías

“Me hicieron un mal, pero terminaron haciéndome un bien”. Esa es la visión de Candelario Tun Caamal, un hombre de 77 años que a pesar de las dificultades hoy vive feliz disfrutando de una sola cosa: su trompeta.

Con mucho trabajo, cuando era joven se hizo de un instrumento de aire que le costó 400 pesos, así se reencontró con una de sus pasiones, la música.

Don Candelario da una impresión de estar solo, pues la gente camina a su alrededor y deposita una o varias monedas a un recipiente de plástico, sin platicar, sin saludar sin mirarlo.

Su historia comenzó en Teabo, Yucatán, aunque nació en Tekit; a los 21 años se trasladó a un convento donde estudió solfeo con un sacerdote de apellido Carrillo, hasta que les pidieron contar con un instrumento musical.

“Eran como 50 estudiantes, pero la mayoría se fue porque no tenía para comprar el instrumento”, dijo el veterano músico.

Su vida no ha sido para nada fácil, llegó a Mérida y trabajó en la construcción de pozos, sacaba piedras, escarbaba y poco a poco ahorró algo de dinero para comprar la que fue su primera trompeta.

Para él, su más grande reto fue cuando le invitaron a tocar en una charanga para una corrida, pues llegó y estaba solo. Quien lo llevó, el “maestro”, como él le llamó, creyó en él y lo motivó a tocar sin miedo, situación que logró vencer, aunque con mucho trabajo.

Todos los días

Don Candelario llega todos los días a la calle 65 entre 60 y 62 del centro de Mérida y con su trompeta mantiene viva una de las mayores tradiciones de Yucatán; toca jarana con su trompeta y, a cambio, recibe algunas monedas que al final le sirven para mantenerse.

“Vivo feliz, gracias a Dios que me cuida, Él es mi esperanza”, comenta mientras cita una parte de la Biblia para justificar su frase.

También dice que mucha gente se acerca a él para platicar, le regalan agua, comida y su amistad.

“Cuando quieras aquí estoy, ven y platicamos un rato”, afirma don Candelario, toma su trompeta y se sumerge de nuevo en la música.