En Londres una mujer acudió a su cita con el dentista, quien le extrajo 10 dientes ocasionando que la mujer muriera desangrada.

La paciente tenía una enfermedad avanzada en las encías  por lo que su dentista optó por extraer dientes de la dentadura superior.

Lo que el dentista no le advirtió fue el riego de la extracción y además no suturó las heridas.

El tratamiento que le habían dado consistía en dos citas, en las cuales iba a extraer primero 5 dientes y después otros 5.

A pesar de que la mujer le dijo que tomaba medicamentos anticoagulantes por un trastorno sanguíneo que padecía, el dentista ignoró esta advertencia.

El doctor no midió los riesgos de su tratamiento.