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Llevaba casi 7 meses saliendo con un chico muy guapo, desde el principio fue muy atento y amable conmigo. Nuestras primeras citas fueron en restaurantes bastante lujosos, lo cual me hizo sentir de verdad muy afortunada de estar con él. Así seguimos y al cabo de un tiempo decidí presentarle a mi familia. A mis padres les agradó, a mis hermanos igual: para quienes lo conocían era simplemente el chico perfecto. Y es que en mi interior yo también sentía que eso era él.

Deseaba conocer a su familia y así se lo manifesté. Casualmente sus padres iban a realizar una fiesta a la cual decidió invitarme, estaba muy nerviosa, pero quería acompañarlo.

Ya en la fiesta, todos se comportaban de manera extraña, sentí que todas las miradas se dirigían a mí. Finalmente mi novio me presentó a sus padres, quienes se mostraron impresionados y comentaron:

—¡Qué chica tan hermosa trajiste hijo! ¡Felicidades!—, me sentí elogiada, pero no podía dejar de sentir incómoda con algunos comentarios que otras personas hacían.

—Esta sí vale la pena muchacho, cuídala, vale oro puro, ese cuerpo vale todo lo que llevo en mis cuentas bancarias, definitivamente—, ente estos, mi novio simplemente sonreía, sin hacer nada al respecto.

Lo aparté un momento para hablar de esos comentarios y de su reacción hacia ellos, pero él dijo que solo era una fiesta.

—Ya pasará—, insistió.

Por un momento me perdí. Me dormí y al despertar estaba completamente desnuda y frente a mi, estaban aquellas personas que una y otra vez hicieron comentarios grotescos a quien yo creía, era mi novio.

Me vendieron por casi medio millón de dólares. Al terminar la subasta pude ver el retrato de todas las chicas que habían pasado por lo mismo.

Me dirigí directamente a mi comprador para pedir una explicación pero lo único que obtuve fue:

—Por favor, escribe tu historia con las últimas palabras como mujer libre—.