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Colombia es una tierra fascinante por sus numerosas historias y leyendas, que de vez en cuando, hablan de personajes tan enigmáticos como aterradores. Uno de los más famosos es el Sombrerón, una siniestra aparición que aseguran, deambula por los poblados por las noches. Y si eres tan valiente como para salir de casa a esas horas, más vale no cruzarte en su camino.

El Sombrerón es descrito como un hombre de bastante edad, que siempre va vestido de negro. Un sombrero enorme del mismo color que le cubre buena parte del rostro, mientras monta un caballo enorme. Algunos aseguran que lleva dos perros negros y muy bravos con él, sujetados por gruesas cadenas.

Casi siempre está en silencio, observando con su siniestra mirada los llanos por los que pasea para cazar a algún viajero incauto o castigar a los viciosos.

Algunos testigos que se encontraban en el campo de noche, aseguran haber sentido como se les helaba la sangre al verlo a la distancia. Tan pronto como el Sombrerón se fijaba en ellos, azuzaba a su caballo para perseguirlos por el monte, gritando unas palabras que les provocaron terror:

—¡Si te alcanzo, te lo pongo!

Cuando uno se ve perseguido por él, lo más prudente es correr lo más rápido que le sea posible sin mirar atrás, ya que si te da alcance estarás perdido. Una vez que te ha emboscado con su caballo, podrás notar que no es más un hombre de carne y hueso, sino un esqueleto que te observa penetrantemente bajo el ala ancha de tu sombrero para llevarte con él.

A pesar de todo son los borrachos, los tramposos y los jugadores empedernidos los que más deben temerle a este espectro, pues corren el peligro de ser perseguidos por él hasta la madrugada.

Si bien el Sombrerón es una leyenda muy popular en pueblos como Bolívar, Andes y Jardín, hubo un tiempo en que se le avistó mucho por Medellín, la capital colombiana. El año era 1837 y un viento frío recorría las calles, apenas se ocultaba el sol.

Las personas se encerraban a cal y canto dentro de sus casas, aguzando el oído para escuchar como un poderoso caballo recorría las calles, dando relinchos espectrales. Por lo general, nunca podían escuchar a su amo.

Pero a veces, si algún lugareño se atrevía a salir de las cantinas o a recorrer las afueras para cometer actos ilícitos, se dejaba oír una voz de ultratumba con el grito ya conocido por todos en la región.

—¡Si te alcanzo, te lo pongo! ¡Si te alcanzo, te lo pongo!

Se dice que también podían oírse los gritos estremecedores de esos pobres incautos que eran atrapados por la aparición, a los cuales no se volvía a ver a la mañana siguiente.

Si algún día viajas a Colombia y te apetece dar un paseo por sus llanos y pueblos, sigue este consejo y no lo hagas después del atardecer. Pues todas las leyendas tienen su parte de verdad y no te gustará toparte con el Sombrerón.