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Había una vez, un misterioso lugar ubicado en la cima de una montaña, de la cual existían diversos rumores, pues se le conocía como “la casa de las ánimas”. Uno de los mitos más contados, es que ahí es donde estaban todas las almas torturadas del purgatorio de la localidad.

La casa se encontraba alrededor de una carretera, que en el día no llamaba tanto la atención, pero en la noche había una luz blanca que la alumbraba.

Una noche, 4 jóvenes que venían borrachos de una fiesta, pasaron por la carretera cuando vieron la misteriosa casa, y se preguntaron, “¿Qué habrá allí?”. Ninguno de ellos vivía cerca de la localidad, a excepción de Raúl, quien era el más sobrio de los muchachos y el que estaba manejando.

Aunque casi toda su familia vivía cerca, él no conocía esa casa.

El grupo de jóvenes decidió aventurarse hacia esa misteriosa casa; estacionaron el auto en un costado de la carretera y subieron a la casa. Ahí vieron diversos carteles que decían “¡Por favor dejen a los muertos descansar en paz!”. Otros decían, “¡Si entran, jamás saldrán!”. Los jóvenes no hicieron caso a esas advertencias y siguieron subiendo.

Una vez en la casa, la recorrieron y no vieron nada fuera de lo común. Era una típica casa abandonada, hasta que se empezó a escuchar ruidos extraños, voces que decían, “¿Raúl eres tú?”. Todos los muchachos empezaron a mirar al joven y comenzaron a desear poder salir de ahí.

Apenas lo intentaron, pues uno de ellos se quedó encerrado en una habitación de la casa y el que más se encontraba cerca era Raúl.

Este le gritó “¡Raúl auxilio!”. Apenas se escuchó este nombre, la casa se alteró completamente, las voces empezaron a escucharse más fuerte.

De repente, los 3 muchachos desaparecieron y el único que quedó fue Raúl, quien al parpadear vio a su abuela, que le empezó a gritar y a preguntarle una y otra vez “¿Por qué?”.

Luego de esto, todos los jóvenes fueron encontrados en la autopista muertos, se dijo que chocaron con un árbol, sin embargo el único cuerpo que no fue encontrado, fue el de Raúl.