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Andrea trabajaba como forense en la morgue de su ciudad. En diez años había atendido muchos casos, incluso los delitos más escalofriantes que ocurrían. Sin embargo, la personalidad de Andrea era fuerte y estaba acostumbrada al trabajo.

A pesar de los años, Andrea conservaba su juventud y su apariencia femenina cargada de sensualidad. Las largas horas de trabajo abriendo cadáveres y haciendo autopsias no habían opacado esa belleza enigmática que caracterizaba a la joven forense.

La chica vivía sola en una casa enorme que había logrado adquirir con el dinero de su trabajo. No tenía pareja, pues las horas en el trabajo y su carácter fuerte no permitían que se diera la oportunidad de conocer a alguien.

Una noche, Andrea atendió un caso especial. Se trataba de un hombre asesinado a cuchillazos por una mujer. De acuerdo a las investigaciones, el hombre se dedicaba a acosar mujeres y atemorizarlas con actos demoníacos, hasta ese día en que alguien le dio su merecido.

Andrea continuó su trabajo y se fue a casa para descansar. Entró a su habitación y de inmediato sintió un frío inexplicable, una presencia que jamás había sentido. Tomó una ducha con temor y cuando se recostó con las luces apagadas, comenzó a sentir ruidos fuera de la casa. Solo se le ocurrió grabar lo que ocurría y bajar a ver qué pasaba.

En la sala no había rastros de nada y repentinamente los ruidos se trasladaron a la habitación. Andrea se mostró atemorizada, se recostó en el mueble y ahí se quedó hasta el amanecer.

Al día siguiente, al escuchar las grabaciones pudo notar una voz masculina que decía: liberaste el demonio en mi interior. Cuida tu vida porque le gusta perseguir a mujeres solas.

Era el espíritu maligno que ahora perseguiría a Andrea toda su vida.