Durante el siglo XX, hubo una gran migración de países de Europa y Asia a territorio americano, desde Canadá hasta la Patagonia argentina, a los cuales llegaron millones de personas que huían de las guerras y la terrible situación económico-social que estas provocaron, dejando a pueblos enteros sin comida o sin trabajos.

Llegar a América proporcionaba facilidades para empezar una nueva vida en la cual podías acceder fácilmente a un trabajo y, con esfuerzo y perseverancia, ir subiendo de condición social.

Para ese entonces, unos excursionistas que se encontraban explorando el Ávila o Waraira Repano (una montaña que rodea la capital venezolana), encontraron las ruinas de la vivienda y lugar de trabajo del Dr. Knoche, olvidadas hacía muchos años.

El Dr. Knoche era un médico alemán que llegó a Venezuela en el siglo XIX y que se dedicaba a embalsamar a aquellas personas que, según las leyes extremadamente religiosas y cristianas de la época, no se les podía dar santa sepultura dado que no se consideraban creyentes fieles de la iglesia católica.

Knoche estableció tanto su residencia como su laboratorio en terrenos del Ávila, en una hacienda que se llamaba “Buena Vista”.

Llevaba una vida solitaria: no estaba casado ni tenía familia, solo compartía la inmensa vivienda con los empleados del servicio doméstico.

Así que, cuando murió, nadie se preocupó del destino de la hacienda, mucho menos del destino de las momias que quedaron embalsamadas en el laboratorio del doctor.

Dicen que, cuando estos excursionistas encontraron las ruinas (vencidas por plantas y terremotos), no había el menor rastro de alguna momia.

Según los locales de Galipán, las momias se escaparon y asustan a todas las personas que se aventuran a explorar las zonas aledañas a la antigua hacienda Buena Vista durante la noche