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No, no es la condición física la que los trajo hasta aquí, no ha sido una concienzuda preparación física ni una estricta dieta, no ha sido una cuidadosa ruta elegida ni las adecuaciones a una bicicleta o a los vehículos en que se desplazan, no han sido las palabras de ánimo o un adecuado sistema de relevos, no ha sido descansar bien para darlo todo, no, nada de esto los tendría aquí si no fuera por dos grandes cosas: la fe y el amor a la Virgen de Guadalupe, la emperatriz de América, la “Morenita” del Tepeyac.

Han sido kilómetros interminables, horas de sol y jornadas nocturnas, ha sido dormir donde y al momento que se pueda, de comer lo que y cuando haya, han afrontado calor inclemente y un tránsito vehicular pesado y peligroso por las principales carreteras del Estado y no ha sido una recompensa lo que los mueve, un premio o poner a prueba la condición física, a ellos lo que los mueve es volver a ver, volver a visitar, llegar de nueva cuenta ante la venerada imagen y ahí expresarle a la Virgen de Guadalupe su fe, devoción y amor, cumplirle la promesa por los favores recibidos, cuando materialmente se tiene poco pero se recibe bien de la madre de Dios, cualquier esfuerzo es nada para agradecerle que hay salud, hay esperanza, hay padres que amar e hijos que nos aman.

En la víspera de la celebración, en los alrededores del santuario guadalupano de San Cristóbal llegan y llegan los peregrinos, ya sea en parejas o en grupos de tres, aunque también los hay quienes arriban en grandes grupos de hasta 30 peregrinos.

“Salimos el domingo y hemos recorrido unos 100 kilómetros desde Temax hasta aquí”, comentó Óscar Millán Moo, integrante de un grupo de 25 peregrinos que llegaron ayer en la mañana al santuario. El más grande de ellos tiene 33 años y el menor apenas 12. Ellos se trasladan en bicicletas, motocarros y mototaxis, han pernoctado en Hoctún, Peto y Tekit de Regil, su equipaje es apenas una cobija para pasar la noche; la dieta ha sido casi la misma desde su salida: agua, galletas, algunos enlatados, refrescos y frituras. Ligeros de pertenencias pero sin olvidar las imágenes guadalupanas que resguardan con cariño y amor.

Las lesiones son un poco de insolación, ampollas en pies y manos y algunas laceraciones; sin embargo, fue un recorrido tranquilo protegidos con la bendición de la patrona del Tepeyac.

“Hay que hacerlo cada año, hay que tener fe y estar agradecidos con la Virgen, por eso lo hacemos, para demostrarle que pese a la adversidad la queremos y que no hay prueba dura que no estemos dispuestos a sobrellevar con tal de cumplirle como cada año”, destacó el entrevistado.

Por la tarde continuó el arribo de peregrinos, misas cada hora a partir de las 7 de la noche, la última de media noche con las Reverendas Madres de la Luz, celebrada por el obispo auxiliar monseñor Pedro Mena Díaz y, al terminar, las tradicionales Mañanitas a la Virgen con mariachi.

Hoy en San Cristóbal habrá misa cada hora desde las 5 a.m. hasta las 6 p.m., cuando se oficie la Misa Pontifical con indulgencia plenaria que oficiará el arzobispo de Yucatán monseñor, Gustavo Rodríguez Vega. Habrá una última misa a las 20 horas a cargo del arzobispo emérito monseñor Emilio Carlos Berlie Belaunzarán y, posteriormente, la venerada imagen será colocada en su nicho original.