Un viejo muy sordo, pero también muy rico, compra uno de esos novedosos aparatos ultra modernos para oír. Vuelve muy contento a la tienda.
—Ahora oigo perfectamente bien, incluso lo que se habla en el cuarto de al lado.
el vendedor le dice:
—Su familia debe estar muy contenta.
—No lo sé —le responde el viejo
— no les dije de este aparato, pero ya cambié cuatro veces mi testamento —le conversa.