Una niña de 9 años es la protagonista de la leyenda. La pequeña era la única hija de un matrimonio con gran influencia política y una ajetreada vida social que hacía que la niña pasase demasiado tiempo sola.

Para aliviar su soledad, los padres decidieron regalarle un perro, que podría proteger a la niña en su ausencia. Niña y can se hicieron inseparables. Un día, mientras dormían, la niña empezó a escuchar cómo su mascota arañaba el suelo y gruñía. Para tranquilizarlo, bajó su brazo de la cama para que él la lamiera: era un código entre ellos para saber que ambos estaban bien.

Al día siguiente, cuando la niña despertó, en la pared se podía leer con sangre: “No sólo los perros lamen”, y a su perro asesinado en el suelo. Cuando encontraron a la niña, ella sólo preguntaba quién le había estado chupado la mano toda la noche. Cuenta la leyenda que la niña acabó enloqueciendo.