¿Qué venden los llamados artesanos en el interior de la zona arqueológica?

Solo diez por ciento de los vendedores de la zona arqueológica de Chichén Itzá elaboran artesanías, el resto serían comerciantes, advierten funcionarios del Cultur y del INAH, que piden no ser identificados.

Para probarlo, basta ver las mercancías que ofrecen, hechas en serie y con motivos no precisamente mayas, añaden en entrevista con Central 9, la Unidad de Investigación Periodística de Grupo Megamedia, que recorrió la zona para conocer la invasión de esos vendedores. Hoy publicamos los resultados de la segunda parte de ese recorrido.

En la primera entrega, Central 9 reveló que más de 3,300 personas giran alrededor de la venta de artesanías en Chichén, entre propietarios, ayudantes o “chalanes” y cargadores de mercancía, donde según muchos indicios, hay un problema social y económico mayúsculo, de muy difícil solución, que ha crecido en los últimos 16 años por la incapacidad de las autoridades para frenarlo.

Una parte importante de ese conflicto, se dijo en la primera entrega, tiene que ver con esos comerciantes, autodenominados “artesanos”, y grupos de empresarios y operadores de turismo.

Según ellos, la presencia de esos vendedores por todos los rincones de la zona impide a los visitantes disfrutar plenamente del paseo.

En realidad, dicen los empresarios, no se trata de artesanos propiamente, sino de comerciantes de artesanías hechas en serie.

En un seminario sobre cultura maya y turismo, realizado recientemente en el Cinvestav, el doctor Yuri Balam Ramos, de la Universidad de Quintana Roo, consultado sobre el tema coincidió en que las “artesanías de Chichén no son prendas mayas y todos los comerciantes venden exactamente lo mismo”.

“Lo que encontramos en Chichén Itzá también lo encontramos en Monte Albán, Tulum o Teotihuacán. Es lo mismo, todo fabricado básicamente en una empresa del Estado de México”, añadió.

“Esas famosas máscaras prehispánicas que venden en Chichén son las mismas en todas partes. Los barros y los cuchillos también, solo que aquí dicen que son mayas y en Teotihuacán que son aztecas”.

“Hecho en Taiwán”

Lo mismo se observa en las camisetas alusivas a Chichén Itzá, pero que ponen la Pirámide del Sol o las que dicen “Bienvenidos a Tulum”, con la foto de El Castillo de Chichén y cosas como esas. Y el colmo, de repente ves una sombrillita y dices, qué bonita, es maya, y la volteas y lees: “Hecho en Taiwán”.

Según el doctor Balam Ramos, quien ha estudiado la relación de los mayas con la industria turística, resulta muy interesante ver cómo esos vendedores se apropian de lo maya y también los extremos a los que pueden llegar.

Relata que en una ocasión visitó Chichén en compañía de una persona de Canadá, quien al ver unas figuras de caparazones en piedra dijo que estaban igualitas a las artesanías de las tribus de su país, pero aquí, explicó el doctor Balam, los vendedores afirman que son mayas.

—También me impresionó muchísimo la venta de calaveras de barro. ¿Por qué tanta calavera?, me pregunté. Muy sencillo, respondieron los vendedores, es lo que compran los turistas.

Sin embargo, de acuerdo con testimonios recogidos por Central 9, no todos los productos son de fuera. Algunos provienen de verdaderos artesanos de Pisté que no tienen permiso para entrar en la zona arqueológica y surten de artesanías mayas originales a los vendedores de allí.

También hay otros, los menos, que sí son artesanos y ofrecen sus tallados de madera directamente a los turistas dentro de la zona.

“A los gabachos les llama la atención ver a la gente haciendo las artesanías con sus propias manos y eso aumenta nuestras ventas”, dice Miguel Ángel Cen Dzib, uno de los primeros en instalarse en la zona arqueológica en 2002.

Es verdad, muchos artículos se los compramos a los vendedores de fábricas del centro de México que llegan a Pisté, afirma por su parte Eliezer Kituk Noh, y lo mismo ocurre con las mercancías chinas, “pero hay puestos, como el mío, donde ofrecemos principalmente calendarios mayas tallados en madera y piedra, y un poquito de las cosas que traen esos ‘gallos’”.

Una de esas cosas es, por ejemplo, la escultura de una mujer en barro esmaltado que Kituk Noh vende en 150 pesos y que él mismo reconoce no tiene nada de maya.

“Es cierto, pero esa misma pieza la ofrecen las tiendas de artesanías, entre comillas, de las empresas hoteleras de Quintana Roo y de otros lugares, ubicadas en la carretera Pisté-Valladolid, a 80 dólares. Por eso a ellos no les conviene que vendamos aquí”, dice.

Dólar maya

Empero, los encargados de los puestos formales de artesanías en el Parador Turístico de Cultur refutan esa versión.

Los vendedores de adentro de la zona, señalan, no necesariamente venden más barato e incluso pueden tener precios más altos que nosotros o, también, mucho más bajos, si terminan el día y no han vendido nada. No siguen una política de precios.

“Eso no se puede hacer, sobre todo los artesanos que trabajamos la madera”, responde Cen Dzib. “¿Cómo ponerle precio al tiempo que le dedicamos a una pieza, aunque, es cierto, el precio no debe ser tan alto ni tan bajo”.

Sin embargo, según Cen Dzib, algunos comerciantes sí abusan de los clientes. “El otro día un muchacho gritaba: ‘one dólar, one dólar’, y cuando los turistas se acercaban y preguntaban, él cambiaba la oferta. ‘Sí, cuesta one dólar’, les decía, ‘pero one dólar maya’”.

“Cuánto vale un dólar maya, le pregunté al vendedor, y respondió: ‘500 pesos compañero’”.

Por ese y otros motivos las ventas en el interior de la zona arqueológica no son altas y en eso coinciden todos los entrevistados por los periodistas de Central 9.

“Se gana solo para lo indispensable”, afirman.

Como borreguitos

“Yo soy empleado de un propietario, no tengo puesto, porque ya no hay dónde; estoy a sueldo del dueño”, dice Froylán Burgos Cupul. “Soy su ayudante y, es verdad, las ventas están bajas y, aunque hay mucha gente recorriendo las ruinas, pocos compran, todo lo controlan los guías de turistas”.

“Véalo —indica— entran como borreguitos siguiendo al guía y así como entran, así salen, no compran nada”.

“Les dicen que nuestros productos son ‘puro hecho en China’, ilegales, chafas, piratas, y lo entiendo, ese es su negocio, desinformar a los turistas para llevarlos a las tiendas grandotas de los empresarios, mayormente pura gente de Cancún…”.

Teresa Díaz Santamaría, una de las locatarias más antiguas del Tianguis de Artesanos, ubicado a un lado del parador de Cultur, afirma que allí “les hacen creer que son artesanías de las ‘tribus mayas’ y que las ventas son parte de una obra caritativa, ¡hágame el favor, obra caritativa, pero para su bolsa, no para las personas!”, dice.

Una de las empresas con tiendas afuera de la zona arqueológica, Xcaret, consiguió permiso para instalar dos palapas donde venden refrescos, agua y botanas, y reparten publicidad de sus tiendas, restaurantes, cenotes y hoteles. El uniforme de sus empleados dice: “Chichén Park”.

—Ellos sí pueden hacer negocios en Chichén Itzá, ¿no? —exclama la señora Díaz. Nosotros, los del pueblo, no, porque ellos tienen más lana.

Empero, de acuerdo con datos recabados por Central 9, no todo es así.

Algunos vendedores de la zona arqueológica también ofrecen una comisión del diez por ciento a ciertos guías de Pisté, para que lleven a los turistas a sus puestos.

En septiembre de 2013, una de las organizaciones que se autonombran como representantes de los vendedores, expulsó a doce de ellos porque pagaban esas comisiones.

Según César López Yam, “chalán” de un propietario, la mayoría de los guías de Pisté son gente de los expresidentes municipales de Tinum. “Ellos llevan a los turistas a determinados puestos de artesanías y lo poco que se les escapa es lo que vendemos nosotros”.

Ellos también tienen puestos dentro de la zona arqueológica, a nombre de otras personas, señala.

“Lo mismo ocurre con meseros o empleados de hoteles. Se enteraron del reparto de mesas y obtuvieron su gafete de ingreso, pero solo vienen cuando hay demanda, el resto del tiempo rentan sus puestos o los ceden a familiares”.

La renta promedio a la semana es de 1,000 pesos, informa Cen Dzib.

Para Díaz Santamaría, que también es dirigente de una de las varias agrupaciones de artesanos que operan en Chichén, la renta de puestos no existe, “sencillamente porque no se puede entrar a vender a la zona arqueológica sin el gafete expedido por Cultur”.

Negocios de familia

Recuerda que los permisos se comenzaron a dar en el gobierno de Ivonne Ortega Pacheco, pero en el de Rolando Zapata Bello se extremaron los controles. “Se hizo un censo para identificar a los propietarios de los puestos, a sus ayudantes, a los cargadores y a los vendedores de comida”.

¿Tampoco hay personas con dos o más puestos?, pregunta Central 9.

—Yo tengo mi puesto en el Tianguis de Artesanos —responde—, pero los de aquí y “nuestros hermanos artesanos de adentro”, somos lo mismo. Por eso puedo asegurar que no hay vendedores con más de un puesto, aunque, es cierto, la esposa o los hijos adultos de éstos pueden tener también una mesa, pero eso no está mal, ellos también tienen que ganarse la vida.

No obstante, según López Yam, muchos en la zona conocen a quienes tienen aquí uno o varios puestos con dos ayudantes cada uno y otros puestos en Progreso. Unos días vienen a Chichén y otros van al puerto, cuando llegan los cruceros.

—Eso sí —añade— todos los propietarios, los “chalanes” y los cargadores somos de Pisté o del municipio de Tinum. No hay nadie de fuera ni tampoco lo permitiríamos. (Continuará).