diseños típicos
En el taller de Karem en Kimbilá

Kimbilá atrajo las miradas de “El Universal”, pues ante la pérdida de los ingresos de los artesanos, ahora confeccionan cubrebocas con diseños típicos.

En Kimbilá, comisaría de Izamal, la mayoría de sus 3,700 habitantes se dedica a la costura de ropa con diseños típicos yucatecos en pequeños negocios y talleres, pero la pandemia de COVID-19 los dejó inactivos por poco más de tres meses y al borde de la quiebra.

Según reporta “El Universal”, ante la adversidad esos artesanos ahora intentan reanudar sus actividades y superar la crisis económica, buscando cubrir mercados con un “nuevo” atuendo que está muy demandado: los tapabocas.

Esta prenda cotidiana la confeccionan con bordados a mano e incluso personalizados, intentando darles el sello característico de la región, como las famosas guayaberas, filipinas, vestidos y blusas que tanta demanda han tenido en México y otras partes del mundo.

Antes de la pandemia de coronavirus Kimbilá, a más de 60 kilómetros de Mérida, era uno de los poblados de Yucatán que más prendas artesanales aportaba para los mercados nacionales y los de Estados Unidos.

Uno de los talleres de esta localidad que busca reinventarse para sobrevivir es el de Karem Anahí, donde laboraban unas 30 personas.

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Se quedaron sin nada

El pequeño negocio cerró desde el 15 de marzo y continuó apoyando a sus artesanos lo más posible, pero llegó un momento en que ya no pudo cubrir ni siquiera parte de su salario.

Karem Concepción Can May, propietaria del taller, relata que no solo estuvieron sin ventas, sino también con el pesar de no encontrar mercados para prendas que tenían listas desde marzo.

Ella reconoce que ante la nueva realidad decidieron meterse de lleno al mercado de los cubrebocas, que ahora tienen mucha demanda. El precio de las piezas va de $50 a $60.

“Son muchos los establecimientos y pequeños negocios que han cerrado. Nosotros estamos dando la batalla, nos gusta el trabajo y sobre todo nuestra actividad: las artesanías, porque nacimos y crecimos con ellas”, describe Karem Anahí, hija de la propietaria.

Rosa Elena Canché, de 26 años de edad y también artesana de la zona, indica que el pequeño taller donde labora tiene más de 19 años funcionando, pero por ahora tuvieron que suspender todas sus actividades. “No solo (me afectó) a mí, (sino) a más de 30 familias. Dejó de venir el turismo. Es una época mala”, dice.

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