El jurado en el juicio en Estados Unidos al narco mexicano Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera lo declaró culpable el martes de encabezar una operación de tráfico de drogas a gran escala.

Los casi tres meses de testimonios en el tribunal de Brooklyn incluyeron relatos al estilo Hollywood de asesinatos grotescos, sobornos políticos, cocaína oculta en latas de chiles jalapeños, una pistola incrustada de piedras preciosas y una fuga con su amante, ambos desnudos, a través de un túnel.

Las condenas podrían sumar décadas de encierro para el artista de la fuga de 61 años en una prisión de máxima seguridad elegida para frustrar cualquier posibilidad de uno de esos escapes que avergonzaron a su país natal.

Su sentencia se conocerá el 25 de junio.

Los jurados, cuyas identidades se mantuvieron en secreto, acordaron el veredicto tras seis días de deliberaciones sobre un alud de pruebas, al decir de las autoridades, reunidas desde fines de la década de los 1980 para demostrar que Guzmán Loera y su siniestro cártel ganaron miles de millones de dólares con el contrabando de toneladas de cocaína, heroína, metanfetamina y marihuana a Estados Unidos.

Mientras el juez leía el veredicto, Guzmán, con rostro inmutable, miraba de frente a los jurados.

Una vez que estos abandonaron la sala, se reclinó en su asiento para intercambiar miradas con su esposa, Emma Coronel Aispuro, quien le hizo brevemente la señal del pulgar alzado.

El juez federal Brian Cogan elogió al jurado por prestar minuciosa atención a los detalles y por su manera “notable” de encarar las deliberaciones. Dijo que con ello se sentía “muy orgulloso de ser un estadounidense”.

Los testimonios revelaron que las drogas ingresaron desde México a través de túneles secretos u ocultas en camiones cisterna, automóviles y vagones de ferrocarril, todos los cuales atravesaron puertos legales de entrada, un indicio de que las barreras fronterizas no le preocupaban demasiado.

Lo torcieron

Catorce delincuentes que cooperaron con las autoridades hablaron sobre la voluntad de Guzmán para usar la violencia en contra de sus enemigos.

Entre ellos se encontraban sus lugartenientes en Sinaloa, un especialista en codificación informática y un proveedor colombiano de cocaína que se sometió a una cirugía plástica extrema para modificar su apariencia.

Un sinaloense describió cómo los trabajadores introducían cocaína en latas de jalapeños, en cargamentos que sumaban 25 a 30 toneladas de cocaína por valor de 500 millones de dólares anuales.

Otro declaró que en ocasiones Guzmán actuaba como su propio sicario: una vez, para castigar a un sinaloense que se atrevió a trabajar para otro cártel, lo secuestró, golpeó, hirió de bala y lo hizo enterrar vivo.

La defensa tomó apenas media hora para exponer su caso.

No negó los delitos, sino que acusó a los testigos cooperantes de convertir a Joaquín Guzmán Loera en un “chivo expiatorio” de sus propios crímenes.