Miguel Canto y Susumu Hanagata

Miguel Canto, campeón mundial de peso mosca, reconocido aquí en su tierra en grande, pero tal vez no lo suficiente, merece ser de las mayores leyendas del deporte universal.

Canto fue rey de la división de los pesos moscas y defendió con éxito 14 veces su diadema, de 15 oportunidades que tuvo de hacerlo, en 16 peleas de campeonato.

Y, dos décadas después de su retiro, viviendo él apenas con dignidad, y enfermo, The Associated Press lo nombró el “Mejor Peso Mosca de la Historia”. Es miembro del Salón de la Fama del Boxeo Mundial (sólo dos boxitos tienen un nicho en Canastota, Nueva York).

La vida de los campeones mundiales de entonces era totalmente diferente a la que los monarcas viven. Resulta verdaderamente impresionante el sacar conclusiones matemáticas si se piensa en el antes y el después. Antes: 17 peleas titulares en un lapso de cinco años, a un paso de 3.4 por año. Después, una pelea o dos a lo mucho por cada calendario.

Y en su época, de a 15 raunds. Ahora, a 12, y vaya que sufren para alcanzar el límite de cada pelea.

Por eso Canto es leyenda. Por ello, le llamaron “El Maestro” y lo recuerdan como tal en todo el universo boxístico.

Luego de fracasar en su primer intento por ser campeón (perdió en Maracaibo ante el venezolano Betulio González), Canto viajó a Japón para derrotar en Sendai a la gran figura del imperio del Sol Naciente, Shoji Oguma, el 8 de enero de 1975. Y para nada era el favorito ante la fulgurante y joven maravilla nipona. Una decisión dividida, muy ajustada, según la reseña que UPI hizo de forma especial para el Diario. “Dio una cátedra”, según el cronista.

Yucatán tuvo su primer campeón mundial, guiado por la maestría de su mánager Jesús “Cholain” Rivero. Un monarca que tuvo un reinado que para los rivales parecía eterno, pues nadie podía con él.

Todos fracasaban en la vía larga. Canto, de pegada modesta, era un verdadero estilista del boxeo. Cientos de imágenes consultadas en el archivo del Diario, en Megateca, dejan ver la forma en que los rivales buscaban conectarle. La imagen central de este reportaje, de la lente de don Isidro Ávila Villacís, muestra al japonés Susumu Hanagata perdido con su golpe y a Canto como si nada.

Por años, Canto es superado ampliamente por otros campeones, pero en defensas, el yucateco les supera.

Canto Solís, de acuerdo con un relato de Armando Zenteno, “en su esplendor afrontó sus peleas con la más alta expresión del boxeo defensivo que se haya visto, entre quienes militan o hayan militado en el peso mosca. El mundo entero del boxeo conoció la prestancia del Maestro Miguel Canto, quien se agigantaba en cada exposición, proyectando una imagen única”.

Canto fue campeón, sí, pero fue a defender su corona las veces que pudo en las casas de los rivales. Leyendo las reseñas, uno se topa con puntuaciones que distan mucho de lo que ocurrió en el ring, como fue en Japón y también en Venezuela.

Canto fue de otra dimensión, de otra clase. Nunca le lastimaron en serio, con todo y que las peleas eran largas.

De todas las defensas, 13 terminaron por la vía de los puntos y la única que ganó por nócaut fue ante Jiro Takada, en el Parque Carta Clara, convertido en un hervidero con más de 12 mil espectadores.

Amigos y expertos del box lamentan no haber visto pelear a Miguel Canto. Un esteta que corrió 14 peleas de 15 raunds (210 en total) y otra de 11 debe ser algo grandioso de ver. Y una controvertida decisión ante Chan-Hee Park, en Corea del Sur, le hizo perder el cetro. Fue luego por la revancha, y empataron, igual con puntuaciones polémicas. Era, sin duda, la única forma en que “El Maestro” podría ser bajado del trono.

Una tarde sonó el teléfono de la Redacción del Diario. Era de Santiago de Chile, del periódico “La Nación”. Querían contactar a Miguel para entrevistarle por cumplirse un aniversario de su victoria ante Martín Vargas en el Estadio Nacional de Santiago. “En Chile no lo olvidaremos nunca. Fue un digno campeón ante nuestro mejor peleador”, me dijeron. Chile nunca he tenido un monarca mundial y Vargas fracasó dos veces ante nuestro universal héroe.

Un gran legado el que dejó “El Maestro”. La historia y el mundo se lo sigue reconociendo.