Huay Chivo

Esta es una de las leyendas más conocidas en la península yucateca, don Porfirio era un curandero de Chocholá, conocido como el Uay Chivo

Don Porfirio, vivía con su esposa Balbina, en la hacienda Choholá. Era un curandero, que esperaba recibir como otros lugareños campos de cultivo, pero repartieron y a él no le tocó. Terminó por convertirse en una bestia, conocido como el Uay Chivo.

Se dice que no dijo nada, pero guardó un profundo rencor y envidia a las demás personas del pueblo, y que solo buscaba como vengarse de ellos. Además, guardaba un gran secreto; aseguran que luego de ser un buen curandero, se convirtió en brujo muy malo ocultando su verdadera imagen.

En las noches el hombre se transformaba, cambiaba a una especie de animal, que era muy grande y muy violento; la leyenda cuenta que quien lograba verlo no vivía para contarlo. La transformación ocurría cada día, al caer el sol, le preparaba un brebaje a su señora que la mantenía dormida hasta el amanecer, mientras él hacía de las suyas.

Mientras Balbina dormía profundamente, Porfirio realizaba un ritual, comenzaba a hablar en otros idiomas y daba vueltas caminando al revés, además tenía la facultad de poder girar la cabeza, quitársela y volverla a poner sin morir.

La envidia lo llevó muy lejos

En realidad era como un demonio, se convertía en algo espeluznante, entre humano y animal de gran tamaño. Iba al pueblo y destruía los cultivos de todos esos campos entregados a los pobladores, además rompía puertas y ventanas de las casas.

Todo terminaba al amanecer, con los primeros destellos de luz regresaba convertido en hombre a su casa, como si nada hubiera ocurrido. Encontraba aún dormida a su mujer y se acostaba a su lado para que ella no sospechara.

Al amanecer, los lugareños descubrían los destrozos y ya estaban hartos de que esto sucediera, buscaron la ayuda de otro curandero que vivía en un pueblo cercano, pues querían saber qué era lo que sucedía, pues la situación ya los tenía en la miseria sin poder ver el fruto de su trabajo.

El curandero les dijo que eso era obra de una persona muy envidiosa, que no había podido obtener lo que quería. Los campesinos se pusieron a comentar y recordaron que a Porfirio no le había tocado nada de las tierras de cultivo en los años atrás cuando se habían repartido.

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“No lo hagas, soy tu esposo”

Los habitantes fueron con Balbina y le dijeron que algo estaba muy raro con su esposo, que creían que cada noche salía a hacerles la maldad, ella primero lo dudó un poco, pero luego recordó que el brebaje que le preparaba la noqueaba cada noche.

Por la noche decidió engañarlo, haciendo como que tomaba el brebaje, pero en realidad lo tiró por la ventana.

Simuló estar profundamente dormida, así que porfirio comenzó con su transformación, ella pudo ver espiándolo en silencio, todo el ritual que realizaba, y ante sus impávidos ojos lo vio convertirse en ese horrible animal. Pero no hizo nada en ese momento, decidió pedir ayuda para saber qué decisión tomar.

Pidió ayuda a su iglesia

A la mañana siguiente acudió a la iglesia, y le contó al padre todo lo que había pasado, y le pidió ayuda para poder enfrentar la terrible situación. El sacerdote le indicó lo que debería hacer paso a paso y tenía que seguirlo al pie de la letra.

Esa noche comenzó con las indicaciones del sacerdote, hervir agua caliente con cal, tomar la cabeza de su marido y untar sal alrededor de esta, con el objetivo de que este ya no pudiera regresar a su cuerpo normal.

Cuando intentó hacerlo la cabeza de la bestia comenzó a girar y gritaba “¡No lo hagas, soy tu esposo!”, pero Balbina sabía que el alma de su esposo ya se había perdido. Esa misma noche la mujer tomó sus cosas y se fue del lugar.

El animal salió corriendo, y se retorcía de dolor, pero no pudo regresar a su cuerpo humano, se fue de ahí y juró vengarse de su esposa.

Se dice que el Uay Chivo ronda de repente los oscuros lugares de las comunidades de Yucatán. Que mira con recelo a quienes progresan. Y que sigue buscando la manera de volver a ser una persona…

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