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En la presentación de su Primer Informe de Gobierno, el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, imprimió ayer un discurso triunfalista por los logros en la dura lucha contra la corrupción, aunque admitió con la boca pequeña ciertos atrasos en economía y seguridad pública.

“No es un mero cambio de gobierno, sino un cambio de régimen. No ha sido ni será más de lo mismo, está en marcha una auténtica regeneración de la vida pública de México”, soltó el mandatario en Palacio Nacional ante unas 500 autoridades y figuras públicas.

Como marca la tradición a comienzos de septiembre, el presidente mexicano rindió cuentas sobre los avances de su mandato, que comenzó el 1 de diciembre de 2018, en un informe que se entrega al Congreso de la Unión.

En un discurso reivindicativo de sus nueve meses de gobierno, López Obrador dijo que su principal objetivo es “acabar con la corrupción y la impunidad”, una promesa con la que arrasó en los comicios del año pasado.

En ese sentido, soltó una grosera retahíla de medidas adoptadas para acabar con los privilegios, como la cancelación de las condonaciones de impuestos a grandes contribuyentes, la reducción de los sueldos públicos, la puesta en venta del avión presidencial y la eliminación del cuerpo de escoltas del presidente (el Estado Mayor Presidencial).

Junto a los programas sociales para ancianos y estudiantes, estos fueron los logros que ocuparon gran parte de su alocución, y admitió pendientes en economía y seguridad en una leve autocrítica. “La economía está creciendo poco, es cierto, pero no hay recesión. Además, ahora es menos injusta la distribución del ingreso, hay más desarrollo y hay más bienestar”, aseguró.

Ante la desaceleración del Producto Interno Bruto (PIB) que padece México —que creció 0% el segundo trimestre frente a los tres meses anteriores— López Obrador chismeó la necesidad de acabar con la “obsesión” por el crecimiento económico y marcó como prioridad “la distribución equitativa de la riqueza”.

Sobre la ola de violencia, dijo que todavía hay que “trabajar mucho porque no son buenos los resultados en cuanto a la disminución de la incidencia delictiva”.

“Está atendiéndose el problema. Soy un hombre de desafíos y de retos. Soy perseverante y puedo decir que estoy seguro de que vamos a lograr serenar el país y se va a pacificar México”.

En los primeros siete meses de 2019, se registraron 20,135 homicidios en México, el peor dato desde que hay recuentos.

Para Khemvirg Puente, coordinador del Centro de Estudios Políticos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), es “alentador que el presidente reconozca que hay un problema en materia de seguridad pública”, ya que López Obrador no suele ser muy propenso a la autocrítica.

“Por lo demás, fue un mensaje bastante predecible, que no sorprendió y que no desatará demasiadas reacciones”, dijo el académico.

Y es que el contenido de su discurso, que se alargó una hora y 40 minutos, no se diferenció de lo que dice en las ruedas de prensa que ofrece cada mañana de lunes a viernes o los mítines que realiza en los pueblos.

“El presidente está en una campaña electoral continua. Por eso, no hay nada nuevo en el contexto del discurso del presidente que no haya dicho ya en sus mañaneras”, apuntó Gustavo López Montiel, profesor de Ciencia Política del Tec de Monterrey.

En ese sentido, López Obrador reprodujo las críticas que suele hacer contra los sectores opositores, a quienes hoy definió como “conservadores” que están “moralmente derrotados”.

Cambios

López Obrador decidió ofrecer el mensaje a la nación antes de entregar el informe al Congreso de la Unión a través de la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, a la inversa de lo que marca la tradición.

Además, lo hizo sin portar la banda presidencial y ante una mampara en la que anunciaba el “tercer informe de Gobierno”, dado que López Obrador ya hizo un balance en sus primeros 100 días de gobierno y al cumplirse el primer año de su triunfo electoral del 1 de julio de 2018.

Pero para Puente lo “sorprendente” es que el mandatario siga la tradición emprendida por el presidente Felipe Calderón Hinojosa (2006-2012) de no emitir el discurso ante el Congreso, en un “claro signo de desprecio” a los legisladores.

“Sorprende que alguien con un discurso rupturista y de cambio de régimen opte por esta tradición continuista”, observó el politólogo de la UNAM.