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Había una vez un matrimonio que por cuestiones de trabajo tenían que dejar a su pequeña hija en casa. Un día, la niña les externó como se sentía por lo que decidieron incluir a un nuevo integrante a la familia, por lo que le obsequiaron un perrito.

El regalo emocionó mucho a la pequeña, de 11 años de edad, quien de un lado a otro se llevaba consigo a su nuevo compañero de aventuras, con el fin de evitar la soledad que le causaba la ausencia de papá y mamá.

La leyenda cuenta que en cierta ocasión, como todos los días, la mascota le lamía la mano a su dueña, como señal de que estaría ahí velando su sueño, pero tremenda fue la impresión cuando al amanecer encontró a su animal en medio de un charco de sangre y con una nota al lado que decía: “no sólo los perros lamen”.

Se cuenta que desde entonces, nunca más se volvió a quedar sola la pequeña. Asimismo aquel suceso le causó problemas a lo largo de su vida, ya que la niña no volvió a dormir confiadamente.