Leyendas de Yucatán: El kibero de las ferias

Aquí en Al chile te traemos una de las más aterradoras leyendas yucatecas; conoce la historia de de “El Kibero de las Ferias”

Demis Martínez, un músico muy popular de Mérida, combina la música con la rotulación de bardas, pinta bardas para anunciar bailes populares en los lugares donde lo contraten, pero cuando es mucha la chamba y le gana el tiempo se queda hasta muy de noche y parte de la madrugada, momentos en que lo han espantado según relata.

Cuenta que en la ciudad de Izamal los asustaron tres veces por el “Kibero de las ferias” a él y a sus chalanes.

—Mira Angelito, según nos contaron los policías de Izamal después que nos asustaron la última vez, hace algunos años existió un vendedor de kibis muy popular en la ciudad que viajaba de pueblo en pueblo vendiendo su deliciosa fritanga.

Mayormente se le podía ver en todas las corridas de toros de pueblos y haciendas de Yucatán. Se dice que su popularidad la ganó en los cosos taurinos, además de que vendía sus kibis, la charanga tocaba para que él bailara en medio del ruedo.

La gente le aplaudía y su mercancía se le gastaba, eso era siempre, en cualquier lugar donde había fiesta “Don Huayito, el Kibero” ahí estaba, por eso el sobrenombre de “El Kibero de las ferias”.

Una tarde asistió a la fiesta de Tunkás a una corrida de toros, contento porque se le había gastado todo su producto no dejó de bailar, más no se dio cuenta que ya se le había hecho tarde y ya no había modo de viajar a Izamal, eran las diez de la noche.

Un vaquero de la población de Sitilpech que se quitaba en ese momento para retornar a su pueblo con un grupo de amigos lo invitó a viajar con ellos, por lo que el señor de la tercera edad aceptó gustoso, llegando a Sitilpech a eso de las once y media de la noche.

Te podría interesar: Hombre cacha a su perrita “hablando” y casi se muere del susto (VIDEO)

Como ya era tarde le dijeron al kibero que se quedara a pasar el resto de la noche en la casa del vaquero y al amanecer habría más facilidad para viajar a Izamal.

Desgraciadamente el señor no aceptó, argumentando que se iría a pie hasta la ciudad de los cerros, sólo son cinco kilómetros para llegar a mi casita, además mi vitrina está vacía no pesa nada.

Prosiguió su camino a pie, faltaba un kilómetro para llegar a Izamal cuando un auto fantasma lo atropelló y lo mató, el chófer se dio a la fuga con todo y carro y hasta hoy en día nadie ha podido dar con él.

Ahora viene lo bueno, Angelito, una vez nos tocó trabajar en la pinta de bardas para una fiesta de Kimbilá, municipio de Izamal, eran unas treinta o cuarenta bardas de todas las poblaciones cercanas, nos entró la noche, como a las once y tanto le digo a mi hermanito, que era mi ayudante:

— Vamos a descansar carnal, ya es tarde, mañana le seguimos, como no me habían pagado no había para dormir en hotel, dormimos en el suelo en una calle cerca del Palacio Municipal de Izamal, bajamos cobertores porque había frío o para taparnos nada más, no sé.

Nos quedamos profundamente dormidos, eran la doce en punto de la noche o doce y media no recuerdo bien, un alma de Dios no había en la calle, pero un alma en pena sí.

De pronto nos destaparon, nos jalaron las cobijas a ambos, los dos sentimos un escalofrío raro, no era de frío era de miedo. Cómo a tres metros de nosotros vimos una silueta con traje blanco cargando una vitrina vacía en la cabeza. Muerto de miedo le dije.

— ¡Buenas noches, papito!

— Solo descansamos un rato, fue bastante la chamba y estamos cansados.

Leyendas de Yucatán: El kibero de las ferias

No le vi el rostro, no le vi las manos, no le vi nada, solo un bulto blanco, nos saludó bajando la cabeza y luego se alejó. Mi hermano estaba super asustado, ver un fantasma así nada más causa terror.

Con las mismas nos volvimos a tapar, pero ya no pudimos dormir de nuevo, amaneció, desayunamos, pintamos cinco bardas más y nos regresamos a Mérida, mi hermano ya no se quiso quedar a chambear.

A los días regresé de nuevo con otro chalán, no le dije nada para que no sintiera miedo, también nos ganó la noche y nos tuvimos que quedar, solo que en otro lugar pensando que no nos iban a asustar y sí que sí, esa fue la segunda vez.

El kibero se nos volvió asomar bajo de un poste de luz, esa vez se puso a bailar a ritmo de jarana, nosotros solo mirábamos muertos de miedo mientras los perros aullaban.

Amaneció y el chalán me dijo.

— Yo no me quedó aquí, ¿me llevas a Mérida o me voy en camión ?

No me quedó más remedio que llevarlo para traer a otro chalán a trabajar conmigo.

Te podría interesar: Leyendas urbanas de Mérida: El “corta nalgas”, el terror de las mujeres

Nos ganó la noche y nos quedamos por tercera vez a dormir frente al Palacio Municipal, siempre allá en Izamal, doce y media de la noche, el kibero se aparece frente a nosotros y nos dice con una voz de ultratumba y tenebrosa.

— ¡Muchachos, llegó Huayito, el kibero!

— ¿Cuántos les doy para llevar?

Me levanté echo la mocha, le digo a don Huayito.

— ¡No papito, no hay dinero!

— Somos chambeadores al igual que tú.

Corrimos al palacio municipal y se lo contamos a los policías. Corrieron hacia la puerta y luego regresaron riendo.

— Ya desaparecido don Huayito, ya no está.

— Ni modos, no lo pudimos meter al bote.

Chistosos los polis, pero el susto ¿a nosotros quien nos lo quita?

Por: Ángel Gabriel Hernández González

Síguenos en Facebook: Al chile Yucatán