Los huérfanos del Titanic

La historia de dos pequeños que sobrevivieron al naufragio del barco más famoso de todos los tiempos; y la impotente búsqueda de su madre

Fue por la madrugada del 14 de abril de 1912, en medio del océano en donde 1,518 personas perdieron la vida en uno de los hundimientos que más ha impactado al mundo.

El fascinante caso del Titanic es mundialmente conocido, no se necesita una presentación a este famoso navío. El barco que era presentado como inhundible y término hundiéndose en las aguas del Atlántico Norte.

 A pesar de que ya van casi 111 años desde su hundimiento, el Titanic sigue desvelando misterios increíbles y generando interés en la humanidad.

Son más de 2,223 historias por contar las que alberga el corazón del Titanic, no solo la del hundimiento, sino de todas aquellas vidas humanas que viajaban en búsqueda de sueños.

Desafortunadamente de esta cantidad de pasajeros, solo 705 fueron los que se salvaron.

Desde los pasajeros adinerados que viajaban en la primera clase en una travesía en el barco más lujoso jamás creado, hasta aquellos que solo viajaban con un baúl de ropa barata e ilusiones.

La mayoría de aquellos pasajeros de segunda y tercera clase solo buscaban llegar a Estados Unidos para encontrar un futuro que Europa les había robado en las épocas de preguerra.

En la tragedia el porcentaje de fallecidos en la segunda clase fue de 58%, de la tercera; 75%, mientras que en la primera solo fue de 37%.

Michel y Edmond Navratil, dos hermanitos que viajaban en compañía de su padre

El padre se agachó ante sus hijos, momentos antes de abordar y les susurró; “Desde ahora y hasta que lleguemos, si alguien les preguntan sus nombres, se llaman Lollo y Momon”

Los niños de 2 y 4 años,  respectivamente, viajaban junto con su padre a bordo del buque más importante del mundo en su viaje inaugural.

Los pequeños no entendían la situación, el padre les explicó que solo se trataba de un juego, un juego en dónde si usaban aquellos nombres, él les compraría un regalo al arribar en Nueva York.

Michel Navratil, padre de los niños, era un sastre eslovaco que se había asentado en Francia. Conoció a Marcella Caretto, una hermosa mujer italiana y ambos se enamoraron. Luego de casarse y mudarse a Francia, tuvieron a sus dos hijos.

Problemas maritales

Fueron poco más de 5 años lo que duró este matrimonio, pues en 1911 se separaron. Teniendo un divorcio conflictivo, lleno de peleas que terminaron en  juicio.

El juez le otorgó la tenencia a la madre, a Michel no le sentó bien esta decisión, fue ante reclamos y alaridos al juez que terminó por aceptar su decisión.

Tiempo después, en vacaciones de Semana Santa, Michel le solicitó a la madre a llevarse a los niños por un tiempo.  Marcella, aceptó.

Con intención de empezar una nueva vida en Nueva York con sus hijos, el padre se dirigió a Inglaterra. Y con nombres y documentos falsos, adquirió tres pasajes de segunda clase para el Titanic.

Michel quería hacerse la idea que era un nuevo comienzo para ellos y no el secuestro de sus propios niños.

La madre desesperada después de que sus hijos no les fueran devueltos, denunció la desaparición.  La mujer estaba convencida que el padre se los había llevado después de repasar sus últimos contactos.

Pero al haber utilizado documentación falsa, los investigadores no pudieron dar con pistas que lo llevaran a su paradero, se habían esfumado por completo.

El viaje y hundimiento del Titanic

Los pasajeros de segunda clase les tomaron cariño a los niños, aquellos nenes que eran muy cercanos a su padre.

 “Los Hoffman”, era como eran conocidos.

En el momento en el que el Titanic colisionó contra el tempano de hielo, Michel reaccionó rápidamente ante tal catástrofe.  

Con la ayuda de un hombre desconocido, corrió en la búsqueda de sus hijos a su camarote.

Ya con los niños en su cuidado, ambos hombres se dirigieron a la cubierta, fue en ese momento en el que Michel visualizó a un bote descender.

El padre lanzó a su hijo mayor, que solo llevaba puesta una playera. Después, le arrebato al niño pequeño al hombre que lo ayudó y lo tiró junto a su hermano.

Una pasajera de dicho bote que vio la escena, le gritó que se encargaría. Un hombre del bote arropó al niño menor con su saco, ya que se encontraba desnudo.

Los niños miraban a su padre, mientras él se alejaba de su vista cada vez más, puesto que el bote continuaba bajando. Estaban confundidos y aturdidos, no sabían lo que pasaba, pero no lloraron.

Michel buscó desesperadamente un bote para él, pero no lo logró.

 Terminó arrogándose a las heladas aguas de Atlántico,  perdiendo así;  tanto aquellos sueños de una nueva vida con sus hijos en Nueva York, como su propia vida.  

Michel Navratil
Michel Navratil, padre de los niños.

Después del naufragio

Los niños fueron acogidos por la mujer que le había gritado a su padre. Ninguno de los dos pequeños hablaba inglés y nadie en el bote los entendía.

En el momento en el que fueron subidos al barco que los rescató; Carpathia, comieron unos bizcochos y tomar un poco de agua. Eran los únicos niños supervivientes sin padre o tutor.

Al llegar a tierra, los niños no sabían que debían de responder cuando les preguntaban su nombre.

Ya en Nueva York, los niños se convirtieron en una sensación mediática y misterio. Nadie sabía su historia.

Margaret Hays, una superviviente del naufragio, hospedo a los niños en su mansión de Manhattan, en lo que las autoridades decidían que hacer con ellos.

La mujer había aceptado encargarse de los niños ya que había sido la única miembro de un comité de supervivientes que no había sufrido una perdida en la tragedia.

Las autoridades trataron de investigar quién era el señor Hoffman, registrado como el padre de los chicos en los documentos del Titanic,  no encontraron nada.

Fue entonces que las autoridades acudieron al cónsul de Francia en Nueva York, pero no se logró nada.

Eran puras especulaciones y deducciones, lo único que se tenía certeza era que eran hermanos. Por el parecido que presentaban entre ambos y siempre se buscaban mutuamente.

Los Hays, aclaraban a los periodistas que no tenían intenciones de adoptar a los niños, pero que no tenía inconveniente en cuidarlos por otro rato.

La familia Hays hablaba muy bien de los chicos, sobre todo por su conducta y su belleza.

Ya se estaba perdiendo la esperanza de que llegara algún familiar a reclamar a aquellos pequeños huérfanos.

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“Hogar”

En una tarde, Marcelle se encontraba en su casa, se encontraba triste dado que aún no había ninguna noticia con respecto a sus niños. En ese momento alguien entró corriendo y gritando  su hogar.

La visita le enseñó una nota de un diario, en una época en la que los periódicos no manejaban una impresión clara, a Marcelle le costó creer lo que veían sus ojos.

Allí se encontraban sus hijos, al principio le pareció imposible. No entendía que hacían sus hijos al otro lado del Atlántico, ni muchísimo menos que hubiesen sido pasajeros del barco que tanto se hablaba.

Los diarios de la época acompañaron a la madre por su travesía a Nueva York en búsqueda de sus niños.

Madre e hijos se reencontraron un mes después de que el Titanic se fuese a pique.

Una foto de ellos circuló y ocupaba en la primera plana de los periódicos.

Los tres regresaron a su hogar en Francia.

Hogar

Lo que fue después

Edmond combatió en la Segunda Guerra Mundial y tomado como prisionero. Su salud se vio afectada por los campos de concentración y murió a los 42, al iniciar la década de los cincuenta.

Por el otro lado, Michel se dedicó a la filosofía,  era maestro y escribió algunos libros. Se casó y tuvo hijos. Una de las experiencias que relató fue que su padre le susurró un mensaje antes de arrojarlo al bote.

¨Dile a tu madre que siempre la amé. Mi idea era que todos tuviéramos una vida nueva en Estos Unidos. Juntos”

El cuerpo del padre fue uno de los que pudo recuperarse, Michel lo visitó en 1996.

Finalmente murió a sus 92 años el 30 de enero del 2001. Michel fue el último superviviente varón del Titanic.

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