La sede de esta espeluznante leyenda es el “Instituto Dorea” , un hospital psiquiátrico infantil, localizado en la ciudad de Franklin, Quebec en Canadá, donde miles de niños sufrieron el terror que habitaba dentro de sus paredes.

Su historia comienza cuando el gobierno de Quebec y miembros de la iglesia católica por cuestiones financieras y egoístas, deciden modificar los expedientes de niños huérfanos, para diagnosticarlos con problemas de salud mental, y así en vez de tenerlos en un orfanato, fueron recluidos como pacientes “mentalmente deficientes” en un psiquiátrico, donde fueron sujetos a los tratos más inhumanos que alguien podría recibir.

Los sobrevivientes que ahora son ancianos, cuentan haber sido abusados de manera mental, física y sexual, fueron utilizados como conejillos de indias para espeluznantes experimentos, incluso probaban drogas con ellos. Muchos de los pequeños eran castigados a base de golpes, camisas de fuerza, sesiones de electroshock y lobotomías…

Los ancianitos narran con un profundo dolor, el hecho de que muchos de sus amigos no sobrevivieron a este infierno, pues fueron asesinados por los religiosos y doctores, y los que no soportaron más el maltrato, se suicidaron.

Esta generación de niños que sufrió el dolor durante los años que estuvieron encerrados en deplorables condiciones, se les conoce como los huérfanos de Duplessis, referente al apellido del primer ministro de Quebec de aquella época “Maurice Duplessis” cuyo mandato fue conocido como “La gran oscuridad”.

Los pacientes que llegaban vivos a la edad de 18 años, eran dados de alta de la institución, sin embargo después de tanto sufrimiento y malas practicas, casi el 80% de ellos no lograron hacer una vida funcional en su vida adulta, pues muchos terminaron volviendo temerosos, inseguros o verdaderamente locos.

En la actualidad el Instituto ha quedado totalmente abandonado, sin embargo los vecinos, viajeros y habitantes de la ciudad cuentan que entre sus once edificios, entre ellos una iglesia, aún habitan almas atormentadas, pues se pueden escuchar niños llorando por las noches, y sus siluetas se pueden ver corriendo entre los pasillos y de un edificio a otro.

Y aunque los espíritus de los niños están llenos de dolor, no es de ellos de quienes hay que cuidarnos, sino de los espíritus malignos o demonios que los acompañan, pues los expertos en lo paranormal aseguran que el aún mal habita el lugar, como lo ha hecho siempre.

¿Te atreverías a entrar a este lugar?